A partir de entonces Cayetana dejó de ser una musa desconocida. Ambos estaban tan enamorados como si fuera el primer amor. Ella apenas dormía, sin que nadie la viera cada noche acudía a casa de Gerardo y regresaba antes del amanecer. Él tampoco dormía mucho porque aprovechaba las horas de su ausencia antes de ir a trabajar para escribir desenfrenadamente. Su amor iba viento en popa, había pasado ya un año desde el primer beso y ella decidió dar un paso más, presentarle a su familia. Él cenó en su casa, era unas 20 veces el tamaño de su apartamento, demasiado grande para una familia de tres personas, aunque tenía servicio de criadas internadas. Al terminar la cena, el padre de Cayetana le ofreció un puro muy especial a Gerardo, cosa que no suele hacer con todos sus invitados. Mientras, su madre estaba en la cocina sin parar de hablar de él, que si Gerardo esto, que si Gerardo lo otro…. Cayetana aquella noche durmió en casa, pero con una sonrisa como la que le sale inconscientemente cuando duerme con Gerardo.
Éste regresó a casa con el cuerpo relajado y sonriendo de oreja a oreja. Nunca antes se había sentido así de lleno y satisfecho. Después una semana en el que le entraban sudores cada vez que pensaba en la cena (era la primera vez que se enfrentaba a tal situación), al fin se pudo sentar en la butaca dejando caer el peso muerto de su cuerpo y con la mente ligera y relajada lista para escribir. En tan solo un año había publicado tres libros, la falta de sueño acumulada cobró finalmente su recompensa, sin embargo en las últimas semanas sus versos se habían diluido poco a poco perdiendo intensidad a medida que pasaban los días. Justo esa noche la inspiración le abandonó por completo (no le había pasado antes, al menos que él recordase) y no consiguió escribir ni un solo poema que estuviera al nivel de los otros. No le dio importancia, estaría cansado simplemente, así que enfundó la pluma y se fue derecho a la cama. A partir de aquella noche se tomó unos días de descanso en los que aprovechó a pasar más tiempo con Cayetana e incluso le pidió la mano. Ella aceptó con un sí rotundo que proclamaba el éxito de Gerardo en el amor, contrarrestando el vaticinio de su fracaso en la escritura.